La oración de los grillos
Quizás ni sabios ni poetas sepan explicar nunca esa
especie de tristeza o de unción que el atardecer anuda
en nuestra alma.
Tal vez, únicamente, el hombre que implantó el rito
de la oración de la tarde lo supiera.
Y quizás lo sepan también los grillos, que de día trabajan
o duermen y en las nochecitas de enero elevan
su canto, que puede ser muy bien un Padrenuestro o
una Salve.
Desde que he pensado esto, cuando oigo sus notas
agudas entre la hierba de los caminos, al atardecer,
ya no le digo a mi alma:
- Los grillos cantan.
Sino:
- Los grillos rezan.
Juana de Ibarborou
del libro: “El cántaro fresco”
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