Debemos entregar y sentir amor,
pero también gozar del cariño de los demás;
por lo tanto,
no te alejes de las personas que te quieren ni levantes un
muro entre ti y el mundo,
deja que te expresen su afecto y te sentirás
arropado por los lazos del amor.

Aprende a dejarte querer.
A menudo pensamos que nadie nos quiere,
pero a veces no dejamos que nos lo manifiesten.

Un buen ejercicio
para aprender a recibir las muestras de cariño consiste en
situarte frente al espejo
y repetir en voz alta cuanto te quieres.

Solicita ayuda.
Todos precisamos ayuda
en algunos momentos de nuestra vida,
pero que la recibamos depende sólo de nosotros,
pues en nuestra mano está pedirla.
No te avergüences por necesitar ayuda,
y mucho menos por reclamarla,
porque dando este paso demuestras
que sabes cuáles son tus problemas
y cómo puedes solucionarlos.

No es indispensable hablar,
ni hacer algo especial.
Lo importante es comunicar al otro
que uno está unido con la alegría,
o la tristeza;
que está viviendo el ser querido.

Lo que vale es respetar siempre el pedido,
verbal o silencioso,
latente o manifiesto de compañía o de soledad.

Acompañar es intuir la carencia del otro:
es cuidar, proteger, sin molestar o dañar.

Es tarea de amigos, de amantes,
de seres que se sostienen en la hermandad de los afectos.
Es un servicio de lealtad

Es un punto de contacto,
más cerca de los sentimientos invisibles
que de la mera proximidad física, ostensible.

Se puede estar “cerca” de alguien.
También es posible estar unidos por la distancia,
pero próximos en el corazón.

A veces los sentimientos se filtran
por las fronteras inventadas
por los mismos protagonistas.

Acompañar no es pared sino puente,
unión de almas.

Existen paredes de vidrio,
no visibles,
que impiden la unidad de los sentimientos,
que asfixian el surgimiento generoso
y espontáneo de la compasión.

Hay proximidades que agobian
y aíslan mucho más que la soledad misma.

“Y qué le digo”?, preguntó alguien,
temeroso de sus propias emociones
ante el dolor de un conocido…
“No digas nada, absolutamente nada”,
respondió la sensibilidad.
Lo que importa es estar ahí en el momento justo.

Tal vez no exista nada mejor
que la elocuencia del silencio.

En determinadas circunstancias,
las palabras sólo consiguen incomunicar.

Como se recuerda el sabor del vino
aún después que su olor se haya desvanecido,
y que su copa haya desaparecido.

“Cállate por favor… quiero estar contigo”,
suplicó el poeta necesitado de compañía.

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One Response to “Abre tus brazos”

  1. gloria Says:

    ES MUY BONITO, ME SIENTO ACOMPAÑADO DE AMIGOS DE BUENOS AIRES, PERO EL SABE COMO SOY Y LO QUE ME PASA, DE DESIR LO QUE VEO COMO QUE SE ROBA (EL PADRE DE MIS HIJOS TRABAJA PARA EL GOBIERNO Y TIENE MUCHO TRABAJO Y SOLO AMENAZAS TENGO POR PARTE DE EL), PERO TAMBIEN TENGO OTROS AMIGOS QUE ME AYUDAN EN CORDOBA “CLIENTES”
    MUCHOS SALUDOS Y ¡FELICES FIESTAS!

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