El Maestro solo llega,
cuando el aprendiz está preparado para aprender.
¿Qué podría yo enseñarte que no supieras aún?
¿Qué podrías enseñarme que no supiera yo ahora?
¡Tantas cosas!
Hay tantas cosas que no sé,
tantas cosas que no sabemos.
¿Podrías enseñarme lo que yo no quisiera,
cosas en las que yo no tengo ningún interés?
Posiblemente,
pero de seguro que así como me las enseñas,
se me borrarán, porque no les pongo atención,
porque no me interesan,
porque todavía no ha madurado en mi esa capacidad
para entender aquello con lo que me quieres aleccionar.

Entonces,
¿de qué sirve la enseñanza si yo no puedo entender
lo que me muestras?
Hay cosas que seguramente se grabarán en mi memoria
y aún cuando pase el tiempo
y ya no recordemos cómo fue que las aprendimos,
en algún momento surgirán
del arcón de los recuerdos (que ni siquiera serán recuerdos),
como algo espontáneo, como algo natural,
pero aquellas cosas por las que me interesé,
por las que pregunté hasta obtener una respuesta
que completara lo que de mi nacía como un deseo,
como una emoción, como una ansiedad,
esas cosas, no se me borrarán jamás.
Un niño con un vaso en la mano extendida
pidiendo agua a sus padres
en un día de calor es la imagen análoga, exacta,
del mismo pidiendo una respuesta que calme su sed
de conocimiento en el mundo que lo rodea.
De la misma manera en algún momento hará una pregunta
que demandará una respuesta del adulto,
entonces cuando haga la pregunta será el aprendiz,
y cuando alguien pueda responderla desde la verdad,
habrá llegado el maestro.
Hemos sido educados en la verdad de una realidad,
pero no hemos sido
preparados para enfrentarnos a la realidad de una verdad.
La verdad nunca es contemplativa ni tampoco es benévola.
La verdad es como el ardor de una llama de fuego,
todo lo que toca lo transforma para siempre,
y en esa transformación hay siempre algo de dolor.
Con el tiempo,
cuando se han superado las aflicciones
y somos más resistentes,
el dolor cede su lugar a la felicidad,
entonces comprendemos que a partir de allí
podemos ser más libres.
Hay quienes no se atreven a preguntar o a descubrir algo,
porque no se atreven a responsabilizarse del camino
que los conduce a la libertad,
pues saben intuitivamente
que antes deberán transitar el tramo del dolor
y la angustia,
más allá brilla el sol de la verdad
que con su belleza lo transforma todo
en algo más que libertad,
en algo cercano a la felicidad que
finalmente redunda en la paz.
Muchas veces nos comportamos como ese niño,
que con su pequeña voz pide agua
a un adulto,
cuando en realidad estamos preparados
para procurarnos la respuesta más adecuada
al momento en que vivimos,
a pesar del dolor que puede provocar
el encuentro con una verdad.
De cada uno depende el momento
en que expresará su duda,
en que se convertirá
en un aprendiz buscando respuesta,
encontrando maestro.
Algunos lo buscarán con rapidez,
otros lo postergarán en el tiempo,
pero todos en algún momento,
nos enfrentaremos a la realidad de una verdad
que en última instancia nos conduce a la libertad.
¿Qué podría yo enseñarte que no supieras aún?
¿Qué podrías enseñarme
que no supiera yo ahora?
Tal vez algunas cosas que achiquen la brecha
entre el dolor y la paz,
o quizás comprender que pregunta y respuesta
es la dinámica de la sabiduría
en la poética figura de maestro y aprendiz.

Miguel Angel Arcel

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One Response to “El Maestro”

  1. Pini Says:

    Es verdadero y cierto este texto porque hay que estar maduro para poder desear aprender.

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