El diálogo y la familia

Como padres debemos enseñar a nuestros hijos
que a veces es necesario reconocer los errores
y asumir las consecuencias.

El diálogo, la mejor cura

Avergonzar a la gente para inculcarles sus hábitos
sólo lo hacen sentir mal con él mismo,
no con lo que no hace adecuadamente,
y no potencia el cambio de su conducta.
Hable sobre el comportamiento o la actitud
que desea mejorar y no le dé calificativos
por no hacer lo que usted quiere.

El grado de aceptación de los errores y temores,
así como la ayuda que le preste para afrontarlos,
aumenta su seguridad y desvanece cualquier sentimiento
de duda o vergüenza.
El tiene derecho a expresar sus sentimientos
aunque le parezcan irracionales o insignificantes.
Así logra saber qué le pasa realmente
y aprende a controlarlos; con la vergüenza
solo logra hacerlo sentir más mal.

Ofrecer disculpas no es solo decirlo,
es colocarse en el lugar del otro,
ser responsable por lo que pasó,
tratar de enmendar el error y sentir empatía
por los sentimientos del otro;
si quiere cultivar esta cualidad
hable con su hijo de cómo se siente a partir
de sus sentimientos y no de lo que usted piensa o cree.

En un mundo regido por leyes y normas,
su hijo necesita que lo guíe para ocupar
el lugar que le corresponde.
Al hacerlo, tenga en cuenta que avergonzándolo
o haciéndolo sentir culpable no logra cambiar su conducta,
ni que se comporte correctamente.
Sin embargo, si le refuerza positivamente
y lo implica en el problema para que reflexione
sobre las consecuencias de sus actos,
no solo conseguirá que sea responsable
sino también despertar en él el deseo de superación.

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