5 cuentos cortos infantiles sobre valores

La lectura en voz alta de cuentos infantiles es una de las actividades más importantes que nosotros, como padres, abuelos, tíos o maestros, podemos hacer por nuestros niños.
Para esta semana les traemos una recopilación de 5 cuentos cortos que les van a encantar y disfrutarán junto con los niños.

mama nena

El hijo ingrato

Un hombre y su esposa estaban sentados en el salón, y tenían en su mesa un delicioso pollo asado para comerlo juntos. En eso el hombre vio que su anciano padre se acercaba, y rápidamente tomó el pollo y lo escondió, para que el anciano no pudiera coger nada de pollo. El viejito llegó, tomó una bebida y se marchó.

Entonces el hijo quiso poner de nuevo el pollo en la mesa, y cuando fue a cogerlo, lo que había era un enorme sapo que se le lanzó a su cara y se quedó allí pegado y nunca se le despegó.

Si alguien intentaba quitárselo, lo miraba con ojos maliciosos como si estuviera a punto de lanzársele a su cara, así que nadie se aventuraba a tocarlo. Y el ingrato hijo quedó obligado a alimentar al sapo todos los días, porque si no él se alimentaba de su cara. Así, por su ingratitud. el hombre no volvió a tener descanso en su vida.

Enseñanza: Hay que ser generoso y agradecidos con los padres

Autor: Hermanos Grimm

La cabeza de colores

Esta es la increíble historia de un niño muy singular. Siempre quería aquello que no tenía: los juguetes de sus compañeros, la ropa de sus primos, los libros de sus papás… y llegó a ser tan envidioso, que hasta los pelos de su cabeza eran envidiosos.

Un día resultó que uno de los pelos de la coronilla despertó de color verde, y los demás pelos, al verlo tan especial, sintieron tanta envidia que todos ellos terminaron de color verde. Al día siguiente, uno de los pelos de la frente se manchó de azul, y al verlo, nuevamente todos los demás pelos acabaron azules. Y así, un día y otro, el pelo del niño cambiaba de color, llevado por la envidia que sentían todos sus pelos.

A todo el mundo le encantaba su pelo de colores, menos a él mismo, que tenía tanta envidia que quería tener el pelo como los demás niños. Y un día, estaba tan enfadado por ello, que se tiró de los pelos con rabia. Un pelo delgadito no pudo aguantar el tirón y se soltó, cayendo hacia al suelo en un suave vuelo… y entonces, los demás pelos, sintiendo envidia, se soltaron también, y en un minuto el niño se había quedado calvo, y su cara de sorpresa parecía un chiste malo.

Tras muchos lloros y rabias, el niño comprendió que todo había sido resultado de su envidia, y decidió que a partir de entonces trataría de disfrutar de lo que tenía sin fijarse en lo de los demás. Tratando de disfrutar lo que tenía, se encontró con su cabeza lisa y brillante, sin un solo pelo, y aprovechó para convertirla en su lienzo particular.

Desde aquel día comenzó a pintar hermosos cuadros de colores en su calva cabeza, que gustaron tantísimo a todos, que con el tiempo se convirtió en un original artista famoso en el mundo entero.

Autor: Pedro Pablo Sacristán

El hada fea

Había una vez una aprendiz de hada madrina que era mágica y maravillosa, y la más lista y amable de las hadas, pero también era un hada muy fea, y por mucho que se esforzaba en mostrar sus muchas cualidades, parecía que todos estaban empeñados en que lo más importante de una hada tenía que ser su belleza.

En la escuela de hadas no le hacían caso, y cada vez que volaba a una misión para ayudar a un niño o cualquier otra persona en apuros, antes de poder abrir la boca, ya le estaban gritando:

– ¡Fea!, ¡Bicho!, Lárgate de aquí!

Aunque pequeña, su magia era muy poderosa, y más de una vez había pensado hacer un encantamiento para volverse bella; pero luego pensaba en lo que le contaba su mamá de pequeña: “Tú eres como eres, con cada uno de tus granos y tus arrugas; y seguro que es así por alguna razón especial…”

Pero un día, las brujas del pa?s vecino arrasaron el pa?s, haciendo prisioneras a todas las hadas y magos.

Nuestra hada, poco antes de ser atacada, hechizó sus propios vestidos, y ayudada por su fea cara, se hizo pasar por bruja.

Así, pudo seguirlas hasta su guarida, y una vez allí, con su magia preparó una gran fiesta para todas, adornando la cueva con murciélagos, sapos y arañas, y música de lobos aullando.
Durante la fiesta, corrió a liberar a todas las hadas y magos, que con un gran hechizo consiguieron encerrar a todas las brujas en la montaña durante los siguientes 100 años.

Y durante esos 100 años, y muchos más, todos recordaron la valentía y la inteligencia del hada fea.

Nunca más se volvió a considerar en aquel país la fealdad una desgracia, y cada vez que nacía alguien feo, todos se llenaban de alegría sabiendo que tendría grandes cosas por hacer.

Enseñanza: Todos podemos conseguir grandes cosas, y tenemos en nosotros lo necesario para conseguirlas. No debemos darle importancia a la belleza exterior, y querer cambiar sólo por cómo nos vean los demás.

Autor: Pedro Pablo Sacristán

La balanza de las cosquillas

Cierto día en la selva apareció una balanza, de esas que se utilizan para medir el peso. Los animales jugaron con ella durante algún tiempo, hasta que un papagayo que había escapado de un zoológico les explicó cómo funcionaba, y todos por turno fueron pesándose. Al principio todo era un juego, cada animal veía cuánto engordaba o adelgazaba cada día, pero pronto muchos comenzaron a obsesionarse con su peso, y cada mañana lo primero que hacían era correr a la balanza, pesarse, y poner muy mala cara el resto del día, porque marcara lo que marcara la balanza, siempre pesaban lo mismo: “más de lo que querían”.

Según pasaron los meses la báscula comenzó a sufrir las iras de los animales, que le regalaban pataditas y malas miradas cada día, hasta que un día decidió que a la mañana siguiente las cosas cambiarían. Aquella mañana la primera en correr a pesarse fue la cebra. Pero en cuanto se subió a la báscula, ésta comenzó a hacerle cosquillas en sus pezuñas descalzas. Pronto encontró el punto justo, y la cebra no dejó de reír a carcajadas. Aquello le pareció tan divertido, que ese día ni se preocupó de su peso, y se marchó alegremente a tomar su desayuno por primera vez en mucho tiempo. Lo mismo ocurrió con cuantos fueron a pesarse ese día, y el siguiente, y el siguiente… de forma que en poco tiempo nadie estaba ya preocupado por su peso, sino por comentar lo divertidas y simpáticas que eran aquella balanza y sus cosquillas.

Con los meses y los años, la báscula dejó de marcar el peso para marcar el buen humor y el optimismo, y todos descubrieron con alegría que esa era una forma mucho mejor de medir la belleza y el valor de las personas, de modo que en aquella selva nunca más hubo nadie preocupado por aquella medida anticuada y pasada de moda que llamaban kilo.

Autor: Pedro Pablo Sacristán

El abuelo, el nieto y el burro

Un abuelo y su nieto pasaron unas vacaciones inolvidables juntos. Ahora volvía a casa de sus padres para empezar nuevamente el colegio. Abuelo y nieto regresaban juntos con un burro. Turnándose, el abuelo o el nieto se subían al burro y así iban haciendo el viaje más cómodo.

Durante el viaje pasaron por numerosos pueblos….Pasando por la plaza del pueblo de uno de ellos y yendo en ese momento el abuelo sentado sobre el burro y el nieto iba caminando al lado, pudieron comprobar el enfado de algunas de las personas con que se cruzaban.

Decían:

– ¡Parece mentira! ¡Qué señor tan egoísta! Va montado en el burro y el pobre niño caminando.
Cuando salieron de este pueblo, el abuelo se bajó del burro. Llegaron a otro pueblo. Los dos iban caminando junto al burro y un grupo de muchachos se rió de ellos, diciendo:

– ¡Mira qué par de tontos! Tienen un burro y, en lugar de montarse, van los dos andando.

Salieron del pueblo, el abuelo subió al niño al burro y continuaron el viaje.

Al llegar a otra aldea, la gente exclamó escandalizada:

– ¡Qué niño más maleducado! ¡Qué poco respeto! Va montado en el burro y el pobre anciano caminando a su lado.

En las afueras de esta aldea, nieto y abuelo subieron los dos al burro. Pasaron junto a un grupo de campesinos que al verlos les gritaron:

– ¡Sinvergüenzas! ¿Es que no tenéis corazón? ¡Vais a reventar al pobre animal!

El anciano y el niño se cargaron al burro sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente acudió de todas partes para verles. Con grandes risotadas se burlaban diciendo:

– ¡Qué par de tontos! Nunca hemos visto gente igual de tonta que ellos. Tienen un burro y, en lugar de montarse, lo llevan a cuestas.

Al salir del pueblo, el abuelo después de pensar un rato le dijo al nieto:

– Recuerda siempre tener opinión propia y no hacer caso de lo que diga la gente. Nunca podrás contentar a todo el mundo…

Autor: Francisco J. Briz Hidalgo

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3 Comentarios

  1. Sara RUBI said:

    Maravillosos y, con profundas ENSEÑANZAS , mas aun considerando estOS tiempos , donde los VALORES van quedando de lado…

    01.11.14
    Reply
    • Josefina said:

      Gracias Sara! Para mi la lectura que hacemos a nuestros niños tiene mucho valor, porque es una forma de estar en contacto con ellos, de dialogar y ayudarles a tener una noción del mundo. Un abrazo!

      02.11.14
      Reply
  2. Maru said:

    Preciosas historias¡¡

    10.01.16
    Reply

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