Marta Morris y la llave de la fortuna
Marta Morris vive en Estados Unidos. Es escribana.
Un día escuché un cuento que ella comenta de su vida personal.
Marta vivía en una casa en las afueras de Nueva York.
Estaba por firmar un contrato muy importante con una empresa
que le aseguraba su futuro, y había trabajado todo el fin de semana
en ese contrato para que todo llegara a buen término.
Ese día, como lo hacía habitualmente, despidió a sus hijos
y a su esposo -que se iban a realizar sus tareas diarias-,
agarró sus cosas y salió.
Cuando salió, se dio cuenta que se había olvidado el contrato
dentro de la casa. Cuando se dio vuelta para abrir la puerta,
se dio cuenta que se había olvidado las llaves adentro.
El contrato y las llaves habían quedado adentro de la casa.
Desesperada porque no podía hacer firmar el contrato,
empezó a forzar la puerta para ver si podía entrar.
Estaba angustiada, ya que había trabajado durante años
para llegar a ese momento, y ahora una puerta le interrumpía el paso.
Intentó forzar la puerta, hacer palanca…
Y no tuvo éxito. Tampoco había alguna ventana abierta
por donde entrar. Entonces, empezó a gritar.
Llegó el cartero y le preguntó qué le pasaba.
Marta Morris le contó toda la historia.
Entonces, el cartero comenzó a ayudarla,
pero no pudieron abrirla. La puerta no cedía.
– ¿Y su marido?, preguntó el cartero.
– Mi marido está en otra ciudad y no tengo como encontrarlo.
El cartero le preguntó si no tenía otra llave.
– Sí, mi vecino -contestó Marta- pero tuvo la mala idea
de irse un fin de semana afuera.
El cartero le sugirió romper la puerta.
Marta le dijo que no era conveniente,
ya que ella debería irse y la casa quedaría abierta.
Entonces, el cartero le propuso ir a buscar a un cerrajero,
pero Marta se opuso porque necesitaba abrir la puerta
en ese mismo instante. Volvió a patear la puerta,
pero no pudo abrirla.
Resignado, el cartero le dijo que lo lamentaba mucho,
le dejó una carta y se fue.
Cuando el cartero se fue, Marta Morris volvió a patear la puerta,
pero no se abrió. Lloró desesperada ante la imposibilidad.
Marta Morris se sentó en el escalón de la puerta de entrada
y abrió la carta que le había dejado el cartero.
Era de su hermana. Marta Morris se emocionó.
La hermana le contaba en la carta lo bien que la había pasado
el fin de semana con su familia.
“Te escribo esta carta para decirte que me sentí muy cómoda
con tu familia… pero también para pedirte disculpas.
Cuando estuve en tu casa, un día llegué más temprano
y como no podía ingresar le pedí la llave a tu vecino.
Y en un descuido me olvidé de devolverte la llave.
Dentro del sobre te envío la llave que me olvidé de devolverte”.
La historia de nuestra vida tiene que ver con la historia
de Marta Morris: hasta cuando vamos a golpear las puertas,
hasta cuando vamos a seguir llorando
por aquellas puertas que no se abren.
Tenemos que empezar a confiar que la llave
va venir a nosotros si dejamos de golpear.
Jorge Bucay
Me encantó el cuento. Sigo mucho la literatura de Bucay pero este en particular no lo habia leido. No me imaginaba ese desenlace y la reflexion final es muy cierta… a veces nos empecinamos en golpear puertas y tomamos esa puerta cerrada como una gran frustracion irresoluble, perdiendo la fe en que si se ha cerrado nos esta diciendo un “NO TODAVIA” y no “UN NO ROTUNDO”. En un post que habla sobre la frustracion (que me encanto) hay una reflexion muy apropiada para complementar la idea que trata de trransmitir este cuento…”Cuando Dios nos dice NO, es porque tiene un plan mejor para nosotros…solo hay que saberlo reconocer y aceptar su voluntad” y termino mi reflexion con un dicho muy simpatico que una vez lo escuche por ahi y me lo apropie, “Si el problema tiene solucion ¿para que te preocupas?… y si el problema no tiene solucion, ¿para que te preocupas? Parece tonto pero ¡cuantas energias derrochamos quedandonos pegados en los problemas! ¿no????
Con la tematica de un cuento de puerta cerrada nos abriste las puertas de nuestra razon para darnos la posibilidad de procesar pensamientos mas simplistas y practicos para resolver los problemas que a diario se nos presentan.