Amar a un ser humano

Amar a un ser humano es aceptar la oportunidad
de conocerlo verdaderamente y disfrutar de la aventura
de explorar y descubrir lo que guarda más allá de sus máscaras
y sus defensas; contemplar con ternura
sus más profundos sentimientos, sus temores, sus carencias,
sus esperanzas y alegrías, su dolor y sus anhelos;
es comprender que detrás de su careta y su coraza,
se encuentra un corazón sensible y solitario, hambriento
de una mano amiga, sediento de una sonrisa sincera
en la que pueda sentirse en casa; es reconocer,
con respetuosa compasión, que la desarmonía
y el caos en los que a veces vive son el producto
de su ignorancia y su inconciencia,
y darte cuenta de que si genera desdichas
es porque aún no ha aprendido a sembrar alegrías,
y en ocasiones se siente tan vacío y carente de sentido,
que no puede confiar ni siquiera en sí mismo;
es descubrir y honrar, por encima de cualquier apariencia,
su verdadera identidad, y apreciar honestamente
su infinita grandeza como una expresión única e irrepetible de la vida.

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Amar a un ser humano es brindarle la oportunidad de ser escuchado
con profunda atención, interés y respeto;
aceptar su experiencia sin pretender modificarla sino comprenderla;
ofrecerle un espacio en el que pueda descubrirse
sin miedo a ser calificado, en el que sienta la confianza de abrirse
sin ser forzado a revelar aquello que considera privado;
es reconocer y mostrar que tiene el derecho inalienable
de elegir su propio camino, aunque éste no coincida con el tuyo;
es permitirle descubrir su verdad interior por sí mismo, a su manera:
apreciarlo sin condiciones, sin juzgarlo ni reprobarlo,
sin pedirle que se amolde a tus ideales, sin exigirle que actúe
de acuerdo con tus expectativas; es valorarlo por ser quien es,
no por como tú desearías que fuera; es confiar en su capacidad
de aprender de sus errores y de levantarse de sus caídas más fuerte
y más maduro, y comunicarle tu fe
y confianza en su poder como ser humano.

Amar a un ser humano es atreverte a mostrarte indefenso,
sin poses ni caretas, revelando tu verdad desnuda,
honesta y transparente; es descubrir frente al otro
tus propios sentimientos, tus áreas vulnerables;
permitirle que conozca al ser que verdaderamente eres,
sin adoptar actitudes prefabricadas para causar
una impresión favorable; es exponer tus deseos y necesidades,
sin esperar que se haga responsable de saciarlas;
es expresar tus ideas sin pretender convencerlo
de que son correctas; es disfrutar del privilegio
de ser tú mismo frente al otro, sin pedirle reconocimiento alguno,
y en esta forma, irte encontrando a tí mismo en facetas
siempre nuevas y distintas; es ser veraz, y sin miedo ni vergüenza,
decirle con la mirada cristalina,
“este soy, en este momento de mi vida,
y esto que soy con gusto y libremente,
contigo lo comparto… si tú quieres recibirlo”.

Amar a un ser humano es disfrutar de la fortuna
de poder comprometerte voluntariamente
y responder en forma activa a su necesidad de desarrollo personal;
es creer en él cuando duda de sí mismo,
contagiarle tu vitalidad y tu entusiasmo
cuando está por darse por vencido, apoyarlo cuando flaquea,
animarlo cuando titubea, tomarlo de las manos con firmeza
cuando se siente débil, confiar en él cuando algo lo agobia
y acariciarlo con dulzura cuando algo lo entristece,
sin dejarte arrastrar por su desdicha;
es compartir en el presente por el simple gusto de estar juntos,
sin ataduras ni obligaciones impuestas,
por la espontánea decisión de responderle libremente.

Amar a un ser humano es ser suficientemente humilde
como para recibir su ternura y su cariño sin representar
el papel del que nada necesita; es aceptar con gusto
lo que te brinda sin exigir que te dé lo que no puede o no desea;
es agradecerle a la vida el prodigio de su existencia
y sentir en su presencia una auténtica bendición en tu sendero;
es disfrutar de la experiencia sabiendo que cada día
es una aventura incierta y el mañana, una incógnita perenne;
es vivir cada instante como si fuese el último que puedes compartir
con el otro, de tal manera que cada reencuentro sea tan intenso
y tan profundo como si fuese la primera vez que lo tomas de la mano,
haciendo que lo cotidiano sea siempre una creación
distinta y milagrosa.

Amar a un ser humano es atreverte a expresar el cariño
espontáneamente a través de tu mirada, de tus gestos y sonrisas;
de la caricia firme y delicada, de tu abrazo vigoroso, de tus besos,
con palabras francas y sencillas; es hacerle saber
y sentir cuánto lo valoras por ser quien es,
cuánto aprecias sus riquezas interiores,
aún aquellas que él mismo desconoce; es ver su potencial latente
y colaborar para que florezca la semilla
que se encuentra dormida en su interior;
es hacerle sentir que su desarrollo personal
te importa honestamente, que cuenta contigo;
es permitirle descubrir sus capacidades creativas
y alentar su posibilidad de dar todo el fruto que podría;
es develar ante sus ojos el tesoro que lleva dentro
y cooperar de mutuo acuerdo para hacer de esta vida
una experiencia más rica y más llena de sentido.

Amar a un ser humano es también atreverte a establecer
tus propios limites y mantenerlos firmemente;
es respetarte a tí mismo y no permitir que el otro
transgreda aquellos que consideras tus derechos personales;
es tener tanta confianza en tí mismo y en el otro,
que sin temor a que la relación se perjudique,
te sientas en libertad de expresar tu enojo
sin ofender al ser querido, y puedas manifestar lo que te molesta
e incomoda sin intentar herirlo o lastimarlo.
Es reconocer y respetar sus limitaciones y verlo con aprecio
sin idealizarlo; es compartir y disfrutar de los acuerdos
y aceptar los desacuerdos, y si llegase un día
en el que evidentemente los caminos divergieran sin remedio,
amar es ser capaz de despedirte en paz y en armonía,
de tal manera que ambos se recuerden
con gratitud por los tesoros compartidos.

Amar a un ser humano es ir más allá de su individualidad
como persona; es percibirlo y valorarlo
como una muestra de la humanidad entera,
como una expresión del hombre,
como una manifestación palpable de esa esencia trascendente
e intangible llamada “ser humano”, de la cual tú formas parte;
es reconocer, a través de él, el milagro indescriptible
de la naturaleza humana, que es tu propia naturaleza,
con toda su grandeza y sus limitaciones;
apreciar tantolas facetas luminosas y radiantes de la humanidad,
como sus lados oscuros y sombríos; amar a un ser humano,
en realidad, es amar al ser humano en su totalidad;
es amar la auténtica naturaleza humana, tal como es,
y por tanto, es amarte a tí mismo
y sentirte orgulloso de ser una nota en la sinfonía de este mundo.

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